jueves, 11 de marzo de 2010

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en el camino

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Ruta 40, febrero de 2010




3 comentarios:

Anónimo dijo...

1
Hubo de penetrar la tierra con su garra de metal. Ya inmóvil, besa el suelo que castiga y despierta de un sueño milenario. Las bardas, que durarán más que la piedra de la que emergieron, se encumbran ante el viento, que las mece zumbante y feroz.
No muy lejos de allí, el maquinista, el nervio ejecutante, toma un café con leche y come rodajas de pan negro con queso. A veces se pregunta si es feliz. Enarca las cejas (curtida su frente, como las raíces muertas que remueve y que quizá sean, él y raíces, la misma cosa), calienta sus manos aferrándolas a la taza amarilla de lata; engulle otro trozo de pan y piensa que en diez minutos debe retomar su fajina. Parcialmente nublado, no sea que al cielo se le ocurra parir una tormenta.
Bueno, eso es todo.

Anónimo dijo...

2
¿Duerme? Duerma, le hará bien. En otro tiempo fue un dragón, lo sé. Otro país, otro paisaje. Tuvo nombre, tapizado reluciente, alfombras de goma puestas a secar al sol los domingos. ¿No siente ya calor? Acá parece siempre mediodía. Pero el tiempo pasa de todas formas, no se vaya a creer. ¿De nuevo tiene tos? ¿Chirría? Ese suelo le quiere, no se preocupe. Le acepta sus rasguños de caucho. ¿Llegará? Confíe. Pero ahora descanse. Lo necesita.
Y su quietud no es languidez, no. Es una forma de la melancolía.

Sofía Poggi dijo...

Into The Wild

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