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la mañana
album familiar
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dorrego, abril de 2010
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Algunas palabras se desprendieron de esta imagen. Hiladas por Daniel, esta vez llegaron por carta. Gracias.
porque años atrás, tomar tu mano, robarte un beso
sin forzar un momento
formaron parte de una verdad
Este es, desde hace algún tiempo, mi lado de la cama. Duermo a la orilla de una tibia ausencia, del ronroneo de la memoria, que, con su indescifrable mecanismo, convierte el rozar de las sábanas en un charco de hojas secas, un instante antes de buscar los anteojos sobre la mesa de luz.
Entonces, la sobria nítidez de las mañanas se funde con el aroma a tostada y dulce casero de otros amaneceres y el crepitar de la cocina a leña. Los tangos de Radio Colonia que se apresuran a compartir melodías con la navaja que suaviza una mejilla que supe tener entre mis manos, casi como un sapito o un durazno tímido. El amarillo de esos tangos y el azul de la canzonetta aprendida con el Mediterráneo como horizonte.
Bajo las ramas de olivo secas, aferradas a un crucificado inerte, suelo retozar y reconocer los pasos y los ladridos que brotan sobre baldosas flojas al otro lado de la ventana. El olivo bendecido, peregrino, tan cercano al olvido, tan cercano a mi piel, al continente de mi semilla.
Es el andar de este pueblo y de tantos otros que pasean debajo, en el eco del taconeo de la vecina que vuelve de misa de ocho, con el apio asomando por la bolsa como quien mira el agua desde la proa de un barco.
Sé que no estoy sola.
Hacia atrás, hacia adentro, se despliega el mapa del sendero que me fui inventando, que me pertenece. En esa danza se delizan mis tiempos de sembradío, entre bailes de carnaval, pantalones con pitucones y uñas embarradas; picnics a la orilla del mar, veranos de jardín florido, pañales de tela, chupetes caídos en el patio, camioncitos de lata; la copita de caña ganada, clandestinamente, de pie frente al aparador de la cocina, la sonrisa pícara que me devolvía el espejo. Amé. Fui amada.
Hace ya bastante que es otoño. Miro mis manos mustias alisando las sábanas y tal vez sea hora de sacar otra frazada.
Buen tiempo, sí. Finita la comedia.
1 comentario:
BELLO...
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